MATERIAL EN CRUDO
Alfonso Catulo
Tiene que existir la historia de los pueblos, se tiene que recordar permanentemente. Quien no recuerda el pasado, para mí, no tiene futuro, porque el futuro es justamente el pasado y el presente. Un poco en Bomberos se trató de inculcar todo esto y no se ha perdido porque inclusive a veces nos invitan, y le damos una charla a los chicos, a los más pequeños que no saben qué tenían los Bomberos hace 30 o 40 años, cuándo se iniciaron, cómo apagábamos los incendios, qué elementos teníamos.
Hoy se les hace mucho más fácil, tienen unas autobombas que se meten en el medio de los campos con palas, látigos y sino con una bolsa a apagar el incendio, hoy es diferente tienen equipos de cuatro por cuatro…
¿Hace cuánto que está en la localidad de Mar de Ajó?
Yo vine en el año 65, ya hace 43 años.
¿Cómo fue que llegó a Mar de Ajó?
El tema mío fue que yo nací en Arrecife, un pueblo del norte de la provincia de Buenos Aires, me crié en el campo, un día se terminó el campo, tuvimos que irnos al pueblo. Mi padre era un hombre bastante preparado, llevaba libros y esas cosas, yo no sabía que correr, andar en bicicleta, jugar al fútbol y lo que era la siembra, no tenía otros elementos para encarar el medio de vida en una ciudad, pero empecé trabajando como peón de albañil, con una cosa y otra, hasta que entré a la usina que era municipal, ahí hice una rápida carrera porque me interesó muchísimo, me gustó, me empecé a comprar libros, empecé a estudiar, a practicar y en cuatro años ya era jefe de mantenimiento y a los diez años ya era jefe de máquinas. Pero resulta que en toda la provincia ha ocurrido lo mismo, la empresa de la provincia DEBA, que en esa época era DEMBA, empezó a llevar energía a las ciudades, hizo líneas en toda la provincia y empezó a vender la energía a las cooperativas, al ocurrir ese fenómeno los motores se pararon y por supuesto, yo me quedé sin trabajo. Así que estaba sin trabajo y una conexión muy, muy, rara y muy oportuna entre un hombre que tenía un chalet en la Lucila y don Lorenzo Basso, que fue uno de los pioneros de Mar de Ajó, que era del directorio de CLYFEMA. Se había ahogado el jefe de máquinas de acá, en el verano se fue a bañar y se ahogó, y le encargó a un amigo de él, de Basso, a ver si sabía de algún jefe de máquinas y dice que ese hombre, que recuerdo el apellido, un tal Pompey de la Lucila del Mar que tenía un chalet, tenía un amigo que era justamente un montador de usinas, que andaba en casi todas las usinas. Así que habló con él, y éste era amigo de un ingeniero Sexto Fernández, que yo le había pedido trabajo, entonces le dice que en Arrecife Catulo se ha quedado sin trabajo, él a lo mejor puede aceptar, así que viajó a Arrecife, yo ese día había viajado a la provincia de Santa Fe buscando trabajo, cuando llegue a mi casa, mi señora me dice hay un señor, te está esperando en el Hotel Jockey Club, que quiere hablar con vos y ahí tuve el trabajo.
Hablamos a las seis de la tarde, a las ocho de la noche ya estaba arriba de un micro a Buenos Aires, vine a hablar con el presidente del directorio que era San Miguel, y me dijo que si me interesaba, viniera a ver las torres. Así que me tomé el expreso Buenos Aires. Tenía 35 años cuando vine para acá, tenía cuatro hijos y sin trabajo.
Me dieron vivienda, digamos estuve un tiempo a prueba, me prometieron que cuando pasaran tres meses, si me quedaba, me arreglaban la vivienda a las necesidades de mi familia, así que todo anduvo muy bien, y así fue, me arreglaron la vivienda, me la ampliaron y vivía dentro de la usina.
¿En qué consistía esto de ser jefe de máquinas? ¿Cuál era la actividad que realizaba?
La actividad mantener el funcionamiento correcto de los cinco o seis motores que había, esa es la función que cumple un jefe de máquinas, a su vez, es mantener todo el servicio de máquinas y el personal, el mantenimiento, el historial que se llevaban cuadernos y planillas donde se asentaba todo el mantenimiento que se le hacia a una determinada máquina, con eso sabíamos que a una máquina le habíamos cambiado algo, le habíamos ajustado los cojinetes o le habíamos cambiado el aceite en tal fecha. Eso era todo lo que yo tenía como responsabilidad y, además como esta cooperativa era una época en donde no sobraba nada, trataba de aprovechar mi experiencia y colaborar en otras cosas, como ser Obras Sanitarias. Yo trabaje mucho también en la obra sanitaria cuando se hicieron las cloacas.
¿Cómo era Mar de Ajó en ese momento?
El día que yo llegué acá, venía sentado con un señor, desde Buenos Aires hasta acá, y me preguntó si venía de paseo y le digo que no, que voy por un trabajo, y el me dice hay trabajo de construcción y eso pero usted no va a venir a la construcción, entonces yo le digo que voy a trabajar en CLYFEMA, en qué me dice, en CLYFEMA la cooperativa eléctrica, y él dice son todos una manga de sinvergüenzas, no se meta ahí. Eso me lo dijo a mitad de camino.
Yo venía de un lugar que hacía diez años teníamos luz de mercurio en las calles, pavimento de prácticamente cuando yo nací aprendí a caminar sobre el pavimento de las calles de Arrecife. Toda la zona norte de la provincia y también la parte del sur, estaba mucho más adelantado que esto. Yo dije siempre, llegó allá cuando doblamos en Pavón porque veníamos por aquel camino, me dice el señor ve aquella luz allá, era una luz chiquita, ahí está Mar de Ajó, nos íbamos acercando y yo esperaba ver una ciudad, las calles iluminadas, como era mi pueblo y todos los pueblos del interior.
Yo me tendría que haber tomado el próximo colectivo de vuelta, lo más lindo del caso es que yo lo digo con toda honestidad, yo no conocía el mar, entonces cuando me bajé del Expreso Buenos Aires, me bajé donde están hoy los remises ahí en la Diagonal e Irigoyen. Entonces yo pregunté cuál era el centro y me dijeron ahí en la esquina, ese es el centro. Las lamparitas chiquitas colgadas de los palos, no había luz, le pregunté a un señor por dónde pasaba el tren, y me dijo “no, acá no hay tren”, cómo y ese ruido, ese ruido es el mar me dice. Yo no lo había escuchado al mar, era un desastre. Creo que en la calle principal había una cuadra con tres lámparas de mercurio y nada más, en Irigoyen entre Espora y Azopardo.
Autos, yo digo siempre, ahora que estamos plagados de autos, cuando estaban estacionados había tres en la calle principal, de Birreci, Foto Marcos y Molinari. La gente no tenía más autos ahí. Había muy poca gente, creo que en total con San Bernardo 1.200 o 1.600. Pero era lindo, nos conocíamos todos. El otro día comentábamos con otra persona justamente esto, lo que había sucedido a través de los años, era mucho más familiar esto, había uno enfermo y estábamos todos pendientes de cómo podíamos ayudar.
Ahora hay veces que voy al cementerio que hay gente olvidada del pueblo, que hicieron mucho por el pueblo pero que uno ni se enteró cuándo fallecieron. Ha cambiado totalmente todo.
¿Usted recuerda a alguno de los pobladores?
Si, muchos como ser la familia Birreci, Molinari que era un hombre que tenía electricidad, Bocacci, Gamari, los Camio que inclusive tuvieron La Perla, después todas familias tradicionales, los Dávila que eran gente nacida acá, los Minjoulou, los Mártires, Vardaro, toda esa gente era estable cuando yo vine y muchísimos más. En San Bernardo había menos, nosotros le decíamos como para cargarlos a los de San Bernardo cementerio con luz, ir a las diez de la noche a San Bernardo era prácticamente entrar un cementerio, no había nadie, no se movía nadie, no había un boliche porque antes no se usaban y si había alguno, estaba en Mar de Ajó Norte. San Bernardo al principio los corría, después no los pudo correr nunca más.
¿Qué actividades hacían en Mar de Ajó para divertirse?
Jugábamos al fútbol, algún encuentro, estaba el club social pero tampoco organizaba nada, era más un centro para juegos, reunirse a jugar a las cartas estaba el centro español, pero no había más que eso. Después la fiesta del 12 de octubre, que era lo máximo acá, porque inclusive venía cualquier cantidad de gente pero en esa época había mucha pesca, y el 12 de octubre se hacían concursos por la corvina, entonces llovía torrencialmente los caminos de barro y llegaban igual. La gente espectacular, a veces se enojaban, un día nos habíamos parado frente a CLYFEMA y una cuadra más adelante empezaba el pavimento pero hasta ahí era todo tierra y barro, y venían los autos de costado, el que no colgaba el paragolpe, colgaba el caño de escape. La mayoría se reía y nosotros los aplaudíamos, y pasó uno y nos insultó, dijo que hiciéramos el camino. Era así, venía la gente, eran fechas claves los carnavales, esos tres días se llenaba de gente. Pescaban, en el carnaval todavía se podían bañar porque era en marzo, pescar, juntar almejas, acá era una riqueza incalculable, nadie sabe lo que se ha perdido, porque no quieren confirmar lo que sucedió con La Costa.
Yo tengo una tesis, que se la he dicho a varios, que para mí la arena de esta costa se contaminó con el agua del Río de la Plata, que arrastró por muchos años de los arroyos y ríos del norte, inclusive de mi Arrecife porque yo en allí lo comprobé, arrastraban los herbicidas que se le aplicaban a las cosechas, iban a parar al arroyo, el río y del Río de la Plata, acá a La Costa. Lo digo porque si los camalotes que se arrancaban en el Paraná, un año llegaban acá trayendo miles de víboras a la playa, cómo no van a traer el herbicida. Si allá en mi pueblo en el río pasaban los pescados muertos. Era una cadena, se fumigaron para matar una oruga, que es la que le comía la semilla al lino, a la soja, al maíz; esa oruga caía, se la comían las perdices, los chimangos, las lechuzas y morían envenenadas caían al arroyo, al río y de ahí… Fueron unos años terribles, inclusive en aquella zona se originó el famoso mal de los rastrojos, es una enfermedad que se la adjudican a Junín pero hay un pueblito cerca de ahí que el O’Higgings, ahí fueron los primeros casos del mal de rastrojos, una enfermedad terrible, la han controlado pero mató muchísima gente y era una rata blanca que se criaba justamente en el maíz y la gente al tomar contacto por donde había estado ella, le producía una fiebre altísima y reventaban. Eso no llegó acá.
¿Cómo surgió la idea de crear un Cuartel de Bomberos en Mar de Ajó?
Casi siguiendo con lo que estoy narrando, el tema era que esto crecía pero cada vez demandaba más. Un poco la historia mía, es que yo en Arrecife 26 veces di sangre, porque estaba anotado en el banco del hospital y de vez en cuando me llamaban para poner sangre en el banco. Es un orgullo para mí decir que 26 veces doné sangre, a mí madre le di dos veces. Era como que yo había estado en un lugar donde todos éramos solidarios y todos aportábamos algo, y acá yo encontré un poco más de indiferencia en muchísima gente en esa época, entonces yo decía cómo puede ser que no tengamos cómo ayudar a esa gente que no puede ir a Madariaga a hacerse atender o a tener un parto. Cuando había un parto acá y llovía, era una odisea, cuánta gente se le murió las criaturas o corrieron riesgo las madres.
Cuando yo pedí los elementos, me consultó la gente del consejo y yo les dije que si compraban un autobomba, mejor porque nos iba a servir para los fines que yo les pedía, que eran la sala de máquinas y la usina, y a su vez, si había algún incendio en el pueblo podíamos acudir con ella. La idea cuajó rápidamente con San Bernardo, inclusive creo que San Bernardo puso algún dinero, también la cooperativa CESOP, se compró el autobomba. Por esas razones de la jefatura que yo tenía, yo estaba pescando a la una y media de la tarde en el mar y me fueron a buscar para que recibiera el autobomba que la habían traído. Ahí más o menos me organice con la gente que trabajaba conmigo en CLYFEMA, íbamos ya teniendo un panorama que eso no podía ser algo de CLYFEMA sino que tenía que ser otra cosa independiente.
Me costó mucho, discutí muchísimo, peleas y peleas, porque yo insistía que no quería que fuera un apéndice de CLYFEMA, tenía que ser un cuerpo de bomberos, me autorizaron a que tomara voluntarios que ya no eran de los que trabajan en la cooperativa y ahí formé el primer cuerpo activo, que están las fotos en el cuartel. Y de ahí en adelante yo no me quedo con que tengo gente para apagar incendios, yo me pongo a trabajar sobre el problema, yo y los que estaban conmigo porque siempre digo lo mismo, el más inexperto algo dejó dentro del cuartel, todos colaboraron. En principio éramos 17, ya han fallecido varios.
¿En qué se basó para elegir a los hombres que formaron el cuerpo de bomberos?
Yo en Arrecife había intervenido, porque vuelvo a repetir en Arrecife yo trataba de estar siempre donde había que colaborar.
¿Pero tenían algún tipo de preparación?
No, nada. Tuvieron que aprender y aprendieron rápidamente. En principio, si una manguera en vez de atacar el fuego donde se debe, ataca de costado tardará quince más en apagarlo, pero se apaga. El tema era otro, llegar al incendio cuando era un principio de incendio y no cuando es un incendio declarado, que ese fue el éxito mayor que tuvo Bomberos durante casi toda la existencia, se sale tan rápido que no se deja generar el incendio declarado que es más difícil de apagarlo. Ahí no solamente eso, porque tuvimos algunos incendios. El cuerpo va a cumplir 40 años ahora, pero yo tengo 41 como bombero, porque un año antes ya tenía yo esa gente que mencionaba antes y atacamos dos o tres incendios, que inclusive, siempre contamos que el incendio de La Margarita me costó, en esa época tener un pantalón y una camisa “Lavilisto” era casi un lujo, y yo andaba paseando bien vestido y con eso fui a apagar el incendio y encima casi me caigo de arriba del techo.
Entonces yo miraba el tema de las ambulancias que era terrible acá, tenía una en la sociedad de fomento que no funcionaba, era mala, y comencé a pedir un vehículo que tenía la usina con una cabina cerrada atrás y ahí empezamos a trabajar, se hicieron unos cuantos traslados. A raíz de eso, que dependíamos de Lavalle, el intendente de Lavalle recibe una ambulancia 0 kilómetro y la gente se peleaba, en San Clemente, Santa Teresita, la sociedad de fomento de acá y el intendente dijo o se la doy a los bomberos voluntarios de Mar de Ajó o la devuelvo, lo autorizaron y un día vino, y en el patio de la usina nos entregó la ambulancia y yo le presenté el primer cuerpo activo. De ahí en adelante Bomberos empezó a solucionar una falencia terrorífica porque acá se murió gente por falta de atención, no había médicos. A su vez, se incrementó la cantidad de gente y se incrementaron los accidentes, nosotros trabajamos horas y horas al lado de los doctores.
Accidentes, ¿de qué tipo?
Automovilísticos, en ese camino de tierra, en la playa porque antes se circulaba por la playa, no había camino. Un año hubo una inundación, hicimos una caravana con doble tracción y fuimos a buscar alimentos a San Clemente. Ese tema empezó a, si bien a mí me estaba dando una satisfacción, también estaba prestigiando a Bomberos, es así que hoy, se lo dije la otra vez a Juan De Jesús cuando todavía era intendente, él me dijo que ahora teníamos un montón de ambulancias, y yo le dije si doctor pero siguen llamando a Bomberos, y si dijo, porque saben que Bomberos siempre está.
Bomberos está rápidamente y además tiene su preparación, Bomberos está preparado para atender, inclusive partos.
Con la gente que hemos hablado, nos han dicho que se sienten seguros con el cuartel de Bomberos de Mar de Ajó, que trabaja muy bien.
El Dr. Berteloti siempre me carga cuando me encuentra, me dice “che Catulo prepárate que vamos a atender un parto”, porque una noche hicimos un parto en medio de un campo, entre los yuyales, en una choza con él, es una anécdota. Llegamos, lo vino a buscar, a las diez de la noche había salido del medio del campo, estaba cazando nutrias, salió del campo a caballo, vino acá, le avisó al doctor que la mujer estaba por tener familia, el doctor no avisó a nosotros y salimos a las dos de la mañana. Fuimos por donde nos indicaba el hombre que iba con nosotros, hasta que llegamos hasta que llegamos a una laguna, no pudimos avanzar más, nos bajamos y empezamos a caminar. Por ahí nos dice el hombre que tengamos cuidado que había puesto trampas, el doctor me cargaba, me decía que fuera adelante porque tenía botas. Llegamos había una chocita de paja, de dos por dos, un chiquito en la puerta muerto de frío y entramos con las pocas luces que teníamos, con unas linternas que no alumbraban nada, la señora en el suelo, le cortamos el cordón umbilical con el doctor y me dijo que me hiciera cargo del chiquito, el bebé estaba casi muerto, no podía llorar, yo lo envolví bien, me desprendí el saco de cuero, hacía un frío bárbaro, lo puse abajo del saco de cuero y salimos otra vez para la ambulancia, cuando llegamos ya el chiquito quería llorar, vinimos y fuimos a la sala de primeros auxilios, que estaba donde está el museo ahora, había que ir a buscar a Noemí Quintana, que era la que tenía la llave, para que abriera la sala para poder entrar, y a Cremonte, un hombre que tenía un negocio frente a Sueños del Mar (por Irigoyen). Se lo doy a la enfermera y terminamos nuestra misión de dejarlo, yo le digo al doctor cuando lo llevaba de vuelta a la casa, “doctor ese chiquito se tiene que morir”, él me dijo que podía haber una excepción, yo le pregunté si había visto cómo estaba, de desperdicios (la casa), a la miseria, él me dijo que si, que era peligroso. Como a los tres o cuatro días tenemos un incendio, lo veo y le pregunto que había pasado con el chiquito y me dijo “vos no te imaginas la preciosura de criatura que es, ya se fueron estuvieron tres días, cuando lo bañaron y le pusieron la ropita, una preciosura”. Y él se acuerda de eso siempre.
Pero nosotros habíamos hecho el curso completo, no fue el único parto que atendimos y ese fue con el doctor, y otras veces sin doctor arriba de la ambulancia porque salíamos volando para Madariaga o Dolores y a veces no podíamos llegar por el barro. Pero hicimos los cursos completos, mostraron con una pelvis de un animal cómo se acomodaba la criatura para nacer, cómo teníamos que poner los dedos para tirar de la cabeza, qué tracción teníamos que hacer, aprendimos todo.
¿Dónde hacían los cursos?
En Bomberos, los médicos iban a darlo, iba Marano, Berteloti, Albertengo, entre otros, fueron mucho tiempo. De esa manera, Bomberos vino a cubrir una falencia grave que había en cuanto a la salud, y yo como siempre tuve temperamento fuerte, sé escuchar pero también me sé hacer escuchar. El tema de los médicos se desligaban rápidamente, una noche había una persona que había tenido un problema, lo sacamos prácticamente de la muerte, haciéndole respiración, controlándolo y el médico en la sala de primeros auxilios nos dio la orden para que lo lleváramos para Madariaga y yo le dije por qué no nos acompañaba, me dijo que no, que estaba loco…
… Entonces luchando de esa manera, llegó a un grado de calidad en cuanto a las atenciones que hoy se mantiene. Esto comienza con la educación que tiene que tener el bombero, yo a veces doy alguna charla y sino voy, se reúnen alrededor mío y empiezo a hablar. Yo les digo que el bombero está en una vidriera, si yo llevo arriba de la autobomba un bombero chorro, va a ser criticado Bomberos, no puedo llevarlo. Y les citó como ejemplo, yo eché a un bombero porque le pegó una cachetada a la novia en un baile, al otro día me lo dijeron, lo llamé y le dije. Así pasaron muchos.
¿Cuáles eran los hechos más comunes que atendían?
Incendios, accidentes domiciliarios, domésticos, las estufas con las que siempre había problemas, mucha gente se accidentaba en las obras, caían de un cuarto o un quinto piso, hubo gente que se salvó, otros que se murieron pero hubo muchos casos. Autos encajados en la playa y después, lo más triste que nos tocó fue cuando levantamos los cadáveres, los que arrojaban al mar.
¿Cómo trataban ese tema en Mar de Ajó?
Lo trataron como lo trataban en todo el país. Primero a nosotros nos dijeron que había naufragado un barco y que eran náufragos. Entonces a mío se me ocurrió preguntarle al oficial de policía que estaba a cargo acá, le digo “cómo va a naufragar si tienen hasta las manos atadas y capucha”. Catulo mirá, dice, trata de levantarlos, después vemos qué hacemos, no preguntes nada de eso, ni yo sé.
Inclusive yo tenía dos cuñados militares y me dijeron “no preguntes, no digas nada, cumplí con tu tarea”. Esto fue terrible, chicas jovencitas con golpes en la nuca, las piernas quebradas, le faltaban los pechos.
¿Y la gente de acá no preguntaba nada?
Nadie se metía, esa época era brava. Acá no había comisaría, había destacamento, Andina era el que estaba en ese momento, Bertelotti, era médico de policía.
¿Qué hacían con los cuerpos?
Eso no lo sabíamos. En principio, los llevábamos a la sala de primeros auxilios. En una oportunidad, se habían juntados tres, si bien es cierto que cuando salían del agua no tenían olor, cuando tomaban aire afuera, era terrorífico. Así que alrededor de la sala de primeros auxilios era terrible el olor que había, hubo quejas.
Un día, la Policía cargó cuerpos en su ambulancia, vinieron a buscar a Bomberos un chofer porque los policías no querían ir. Fue Alberto, mi hijo, con la cabeza afuera porque adentro no se podía respirar. Entonces un día me llamaron a mí a Santa Teresita, a la comisaría, estaba el intendente que no recuerdo quién era, eran los primeros años del Partido, y el comisario. Me dijeron que de ahí en adelante nosotros no levantábamos más los cadáveres, que cuando nos llamaran, le avisáramos a la Policía y que custodiáramos el cadáver para que no lo levantaran. De ahí, iba a ir un camión municipal y los teníamos que poner ahí. Con los últimos hicimos eso.
¿Cuál era el problema con los vecinos?
Se quejaban por el olor, porque a las dos o tres horas no se podía pasar por la esquina, era terrible. En la sala de primeros auxilios no atendían a nadie cuando estaban los cuerpos, la gente no se acercaba.
¿Cómo fue el progreso del destacamento?
Es muy especial, porque creo que ningún cuerpo de Bomberos en la provincia de Buenos Aires progresó con la rapidez que lo hice éste. Se logró organizar de tal manera que se empezó a contar con fondos propios.
Cuando se independiza de Clyfema, que yo logro sacarlo de Clyfema, se forma la comisión y se funda Bomberos, el 15 de agosto del 68. Ahí ya tiene su patrimonio propio y empieza a aportar el pueblo a través de la luz. Se empezaron a hacer rifas, que las vendíamos nosotros porque eran chicas, y con eso se fue progresando.
Yo siempre insistía que cuando Bomberos necesite una autobomba, tiene que tener dos, cuando necesite dos, tiene que tener cuatro. Entonces medio que los cargoseamos un poco a los de la comisión con ese tema y se fue equipando. Además, nosotros como cuerpo activo rechazamos la ropa de gala varias veces para que no invirtieran plata que podían invertir en mangueras. A veces nos costó un mal trago porque una vez estábamos en un cuartel vecino con nuestras pilchas muy modernas, y habíamos comprado un autoelevador, que lo tuvieron hasta hace muy poco, entonces los bomberos que estaban en la mesa, escucharon a otro que dijo mejor que comprar tanto autoelevador, que les compren ropa”. Yo digo que no se va a apagar el incendio con ropa de gala, uno va defendido por el equipo.
Se fueron organizando, tuvimos problemas con una comisión, echamos a una comisión. Cuando se querían desviar un poquito, estaba el cuerpo activo. Estuvimos a punto de ser puestos presos porque no aflojábamos; habían puesto gente de Buenos Aires en la comisión, qué sucede con ellos, cuando venían una vez por año estaban en las reuniones y sino el gerente de Bomberos, iba a Buenos Aires y hacía las reuniones allá. El día que yo me enteré que habían resuelto algo en Buenos Aires, ahí me enojé, y ahí le planteamos que esto no podía ser así, que no podía seguir.
¿Quién había designado la comisión?
Ellos mismos (Clyfema). Un día me dijeron que buscara gente, y yo empecé a buscar gente de trabajo, que yo sabía que iban a responder y cuando les traje la lista, el gerente tachaba con una fibra. Yo le dije que nunca más le buscaba gente. La cuestión es que de ahí empezamos a corregir. Yo pedía una autobomba, fui a Madariaga, pedí un presupuesto en la Ford, pedí presupuesto en Buenos Aires de cuánto costaba equipar el vehículo y salía 2.700.000 en esa época. Entonces me dijeron que no tenían plata, pero un día yo vi arriba de un escritorio un resumen de cuenta del Banco Provincia y había cinco millones. Terminaron pagando cuatro millones y pico la autobomba, pero la compraron. Y ahí empezó la cadena y no paró más.
Últimamente estas comisiones que se han sucedido modernizaron toda la flota. Tienen unos equipos que yo no me imagino apagando un incendio con eso, es una belleza. Nosotros teníamos la famosa “Chirolita”, también tuve que pelear para que no se vendiera porque la querían vender, hoy está como una reliquia. Nosotros la bautizamos “Chirolita”. En estos momentos está organizado todo, espero que no vayan a tener ningún traspié.
Hubo cláusulas que se instalaron desde un principio, que no se han abandonado, se respeta muchísimo la honradez, el sacrificio –que hay que hacérselo ver porque no es sólo algo escrito en una pared-, la abnegación, el desinterés. Hay que saber porque tienen que ser de esa manera los bomberos, y eso lleva a que si el cuerpo activo tiene éxito, a la comisión se le simplifican mucho las cosas. Una comisión que tiene que luchar contra un cuerpo activo, más las finanzas, no va a ningún lado.
¿“Chirolita” es la primera unidad?
Si, es la primera autobomba. Se compró con la colaboración de San Bernardo, de Cesop, fue un trato de las dos cooperativas. Al principio había mucha gente de San Bernardo que venía, cuando recién se inició, después se alejaron, y ahora por supuesto como hay un destacamento…
El método de los Bomberos de Mar de Ajó se ha querido instalar en infinidad de lugares, con el aporte en la luz, y no han podido. Ahora es muy poco porque yo gasto 120 o 130 pesos de luz y pago un peso y pico a Bomberos, casi nada, más se llevan los impuestos que ponen.
Tienen una institución que es verdaderamente un orgullo, yo no lo digo por jactarme de nada, sino porque yo conozco otros lugares, y es un orgullo tener un cuerpo de Bomberos como el que tiene Mar de Ajó y gratuito, porque acá no hay bomberos pagos como en otros lados.
¿Cómo cree que fue evolucionando Mar de Ajó?
No paró nunca, con altibajos, relacionados con los temas económicos del país. Cuando hubo una determinada cantidad de dinero que se invirtió en La Costa, acá se invirtió el 90 % en San Bernardo, ahí explotó San Bernardo. Porque cuando nosotros vinimos acá el edificio más alto que había en San Bernardo, era uno acá en la entrada que había hecho Tescari y el Chiavari, no había más. Para mí, dicho en criollo, ahora es una porquería ese tipo de edificación, para eso me voy a vivir a Buenos Aires, por qué no aprovechar tanto terreno que hay y abrirse. Por eso me gustan las disposiciones que tiene el Barrio San Rafael.
A Bomberos la Municipalidad le donó tres o cuatro terrenos frente a la plaza, y no dejaron poner ahí Bomberos, buscaron otro terreno, lo compraron y ahí funciona ahora. Después con la ayuda de la Municipalidad, pudieron vender los otros terrenos.
¿Encuentra alguna diferencia en el servicio que brindaba Bomberos antes con el de ahora?
No, porque es muy probable que en cierto modo estén más perfeccionados, no todos, pero muchos sí, porque han tenido más acceso a materiales ultra modernos, cosa que no teníamos nosotros. En ese aspecto están mucho más avanzados que en nuestra época, nosotros lo hacíamos todo a pulmón, además no sabíamos nada de Bomberos, tuvimos que leer el famoso libro Calfú, un libro que no sé en qué año fue editado pero estaba toda la trayectoria de cómo debe ser un bombero, atacar los diferentes fuegos, cuáles son los elementos combustibles, cuáles son los materiales más eficaces para apagar distintos tipos de incendios. De ahí aprendimos mucho, yendo también a otros cuerpos de bomberos, hablando con la gente, si sonaba la sirena yo estaba en Arrecife, allá iba. Con Madariaga teníamos mucho contacto, que eran más antiguos que nosotros.
Con respecto a los medios de comunicación, ¿cómo era, había radios locales, cómo se informaban?
Había teléfono, pero el teléfono local podía ser que lo atendieran en media hora, pero el teléfono para afuera era más o menos en seis horas. Yo en una oportunidad tenía a mi madre muy mal en Arrecife y con toda la buena voluntad estuve cuatro horas sentado en la telefónica para poder hablar. Tampoco había muchos teléfonos, tenían las instituciones, algún doctor, Clyfema, Bomberos puso teléfono pero se manejaba con Clyfema, como estaba al lado.
La primera sirena que tuvimos fue la que hice yo, que está a la entrada de Bomberos. Que se puso en el 69 más o menos, la pusimos arriba del techo.
Y han pasado varios años, no creí nunca que iba a tener el éxito que tuvo Bomberos, sabía que iban bien, me preocupé siempre estando en Bomberos y no estando, me preocupé y me preocupo para que sigan las cosas bien.
¿Qué fue lo que más lo marcó en Bomberos?
El tema de los accidentes, las muertes, esas chicas y chicos que sacamos del mar, todo eso para mi fue muy triste, un accidente una vez en una ruta, venían en una camioneta y traían al nene de dos años atrás, venía apurado porque tenía que hacer el asado, volcó y mató al nene, levantar una criatura para mí es una cosa que no… Después otra noche con mi hijo fuimos cerca de Pavón, habían encontrado un nenito recién nacido. Todas esas cosas me marcaron. Después me marcó mucho el tema de la poca atención médica, yo no podía concebir, yo discutía, peleaba, cómo podía ser que no se solucionara ese problema, cómo podía ser que no le pavimentaran un camino a Mar de Ajó para que pudieran salir con los enfermos. Un día había una señora que estaba para tener familia, la atendía Marano y la partera que vivía donde está Turnaturi, frente a Clyfema, fueron pasando los días y la señora tenía dolores de parto pero no nacía la criatura, cuando le llegó el agua al cuello, recurrieron a Bomberos. Había llovido, y acá todos los partos se producían cuando llovía, hay que llevarlo urgente a Madariaga, cómo hacemos. El camino prácticamente estaba cortado para ir a Madariaga, entonces yo dije que hicieran lo siguiente que fueran dos en el baqueano doble tracción que nos habían donado y yo fui en la ambulancia con el hombre, la señora y otro bombero. Salimos por el camino, era la una y media de la tarde, a las seis de la tarde estábamos a la mitad del camino y encajados los dos autos, como el baqueano tenía doble tracción yo dije de dejar la ambulancia porque si insistíamos con la ambulancia no íbamos a llegar, pasamos la camilla al baqueano. Se hizo de noche, se tapaban los faroles, había que parar y se bajaba uno a limpiarlos, la mujer que gritaba, el hombre nos pedía que nos apuráramos. A las ocho de la noche, cuando yo pisé el pavimento en la entrada de Madariaga hice de cuenta que me había sacado la lotería, fue una reacción de alegría porque yo creí que no llegábamos con esa mujer. La dejamos y nos volvimos.